Espacio para la catarsis, mis propios y despendolados deseos mezclados con algunos esbozos pseudoliterarios...paciencia conmigo pero invitados estáis.
domingo, 30 de diciembre de 2012
Un post de JM Bolivar: El Fin de los Empleados Forrest Gump
El Fin de los Empleados Forrest Gump
domingo, 16 de diciembre de 2012
Luis
domingo, 21 de octubre de 2012
Lo siento por la confianza…
Sentir que se destroza la confianza que has depositado durante años en algunos colectivos o personas, es, a qué negarlo una gran putada, como mínimo da para un estadillo de blog, o como dicen los más snobs, un “post”.
Hay ocasiones en las que, como decía mi viejo amigo Pepe, es mejor hacer como los buenos toreros: “parar y templar” y, justamente eso hago yo hoy. Ahora mismo no sé si seguir al frente de la tutoría de residentes es lo mejor (ni para mí ni para ellos). Tampoco tengo en absoluto claro si mis residentes están contando con un tutor a la altura de las circunstancias o, por contra, soy yo el que sigue creyendo que los residentes son de la pasta que eran, y los tiempos han cambiado… sinceramente, no lo sé.
Las decisiones en caliente nunca son una buena estrategia, lo tengo claro. Por este motivo me voy a dar un pequeño plazo de reflexión, básicamente hasta la incorporación de los nuevos R1. En este periodo intentaré hacer balance de lo que doy y lo que ellos dan a cambio. Las cuentas son las cuentas, ya veremos qué resulta de todo esto. Puede ocurrir, es probable, que sea yo el que no de lo suficiente.
Esta labor, que suele ser callada, a veces poco productiva y casi siempre poco reconocida, suele ocupar una parte no desdeñable de mi vida laboral pero también de la familiar. Reacciones, comportamientos y actitudes de personas en general (residentes, adjuntos, directivos, etc….) me obligan a plantearme este puñetero dilema y a tener que afrontarlo en breve. Quizá sigo en el limbo, recordando cuando daba las gracias porque de madrugada un adjunto me llamaba para enseñarme un caso curioso, una rareza. Quizá echo en falta cuando me mandaban de vuelta a mi consulta a corregir una historia clínica mal hecha, o incompleta. Quizá…quizá me haya suavizado con los tiempos y haya olvidado la máxima de que ser un buen tutor no tiene por qué significar ser un amigo para todos. El tiro va errado y torcido, no es nuevo, como veis, hay mucho que pensar.
Mientras tanto, seguiré escribiendo, tratando de publicar algo en lo que me gusta, trabajando según pueda y me dejen las jodidas circunstancias que nos están tocando vivir a todos. Y con buena música os dejo, mientras me lo medito. Feliz domingo
jueves, 18 de octubre de 2012
Diez consejos profesionales para perder el miedo a hablar en público.
Enviado por Juanma a través de Google Reader:
Los directivos y su miedo a hablar en público.
Por Francisco Alcaide Hernández.
El Arte de Presentar.
He tenido la oportunidad de conversar con muchos directivos, y aunque sólo excepcionalmente lo revelan de manera clara, hay dos miedos que son recurrentes. El primero tiene que ver con un cierto recelo a la hora de tratar con periodistas, especialmente cuando la empresa aparece en los medios por cuestiones espinosas. El segundo miedo tiene que ver con una cierta aversión a hablar en público.
Hoy sólo me detengo en este último miedo y esbozo diez ideas al respecto:
1. Pedir ayuda no es ser débil
Hay una falsa percepción de los directivos como personas perfectas; gente exquisita y sin fisuras. Nada más lejos de la realidad. Los directivos, como todos, son seres humanos con inseguridades y miedos, y esa percepción general les genera fuertes presiones que les impiden avanzar. Se identifica pedir ayuda con ser débil, y para no dejar al desnudo sus carencias, buscan excusas para no dar la cara y así evitar tener que hablar en público. Sin embargo, hay ciertos mensajes que deben ser comunicados por los primeros espadas y no admiten delegación alguna.
Además, la acción alimenta la confianza; la pasividad y la indecisión, el miedo. Cada día que se elude el riesgo de hablar en público, el miedo engorda al comprobarse que uno no ha sido capaz de afrontar la situación. Decir no sé y solicitar ayuda es uno de los rasgos que distingue a las personas más inteligentes. A partir de ahí comienza la verdadera transformación.
2. La peor especie de enemigos es la de los aduladores
Tampoco los colaboradores ayudan mucho en este sentido. Pocos son los que se atreven a decir a su superior lo que realmente piensan: "Mire, jefe, es usted un tostón cuando habla en público". La comunicación es asimétrica, con una autoridad de por medio, lo que genera siempre respeto a una de las partes que no quiere poner en peligro su posición.
Para mejorar, la única opción es rodearse de colaboradores críticos y exigentes que puedan expresarse sin tapujos, y ello sólo es posible si se cultiva una variable: la confianza. Sólo entonces, la gente da su opinión sin temor a las consecuencias.
3. No hay mejor práctica que una buena teoría
Hablar en público no consiste en abrir la boca y soltar un rollo para salir del paso. Es una falta de respeto y profesionalidad hacia la gente que te dedica su tiempo. Hablar en público, como todo, tiene su técnica y método, tanto antes, como durante y después de la intervención. Hay que conocer el tipo de audiencia al que uno se dirige, el lugar de la exposición, la duración, el mensaje o los elementos audiovisuales, entre otros factores.
Cuanta más atención se preste a cada uno de los detalles, tanto mejor será el impacto. Para ello es recomendable leer lo que otros se han encargado de investigar y conceptualizar. Es cierto que la experiencia es la mejor escuela, pero cuando ésta se acompaña de estudio y reflexión, los resultados son siempre mejores.
4. Tanto inviertes, tanto ganas
La calidad de una presentación está en relación al esfuerzo empleado en prepararse. No hay mayor misterio. No sólo será mejor el contenido y el continente sino que además tendrás mayor seguridad en ti mismo al dejar menos elementos en manos del azar.
Cada presentación es una ocasión de impactar, tanto a nivel personal como profesional, por tanto, merece la pena no desaprovechar ese momento y dedicar tiempo a su preparación. Cuando una persona habla bien en público sale fortalecida la empresa a la que representa, el producto que vende o su propia imagen.
5. La repetición es la madre de la destreza
Ya lo decía Aristóteles: "Lo que tenemos que aprender, tenemos que aprender haciéndolo". La repetición es la madre de la destreza. Cada día que uno practica, mejora; cada día que no se hace, se pierde algo. El respeto a la audiencia, igual que el del actor al escenario, nunca desaparece. Siempre existen incertidumbres: nuevo público, nuevo emplazamiento, nuevo tema…
Es normal esa intranquilidad. ¿La clave? Como decía Jiddu Krishnamurti: "Haz lo que temes y el temor desaparecerá". El miedo no se derrota de una vez, sino ganándole terreno día a día, poquito a poco. Cada vez que lo afrontas, se diluye un poco.
6. La herramienta más poderosa: un buen feed–back
Nos cuesta mucho hacer autocrítica, pero es el único camino para seguir creciendo. Después de cada intervención hay que hacer análisis. Pide opinión a personas de tu confianza. Un feed–back honesto y hecho con tacto es lo mejor que le puede pasar a una persona para su desarrollo personal. Los grandes líderes se distinguen porque quieren saber la verdad. No niegan la realidad.
Hay dos preguntas que te permitirán avanzar mucho: ¿Qué nota me darías de 0 a 10? Y segunda: ¿Qué mejorarías para conseguir el 10? No tengas miedo a las respuestas. Si estás dispuesto a escuchar opiniones que no te gustan puedes llegar muy lejos. No te refugies en el orgullo y sé humilde.
7. Sé amable contigo mismo
Está bien exigirse a uno mismo, pero sin flagelarse. Como señala Anthony Robbins: "No importa cuántos errores cometas o lo despacio que progresas, todavía estás muy por delante de aquellos que ni lo intentan". Sí, hay cosas que mejorar, pero hoy estás más cerca de tu objetivo que ayer.
La vida es un proceso, nunca un estado. Lo importante es no parar. Siempre hay aristas que limar, pero lo relevante es la tendencia, ver que cada día evolucionas y creces un poco.
8. No te incomodes con las críticas
Con independencia de lo bien que lo hayas hecho, siempre habrá personas a las que no les guste tu intervención. Es ley de vida. En unas ocasiones serán cuestiones de fondo (lo que se dice) y en otras de forma (cómo se dice). Cada personalidad y cada estilo de speaker generan seguidores y detractores. Los hay directos y provocadores y otros más suaves y sutiles. Unos y otros generan reacciones de diversa índole.
En cualquier caso, lo peor es ser indiferente; alguien estándar; eso te sitúa en la media. Busca tu singularidad y dale forma. Haz de ella tu sello de identidad, para lo bueno y lo malo.
9. La sencillez es la virtud de los sabios
Hay una máxima que conviene no olvidar: "Entre dos explicaciones, elige la más clara; entre dos formas, la más elemental; entre dos expresiones, la más breve". Los mejores expertos se distinguen por su facilidad para expresar argumentos con sencillez. Y cuando más complejo sea el mensaje a transmitir, mayor la necesidad de hacerlo comprensible. Lo contrario es acariciar el Ego.
La sencillez también se manifiesta en la brevedad. Guy Kawaski apuntaba: "Nunca he visto una presentación demasiado corta". Hay pocos ponentes que se ajustan al tiempo asignado, y sin embargo, es la mayor muestra de consideración hacia la audiencia. Cuando se cumple, el público lo aprecia mucho.
10. Cosecha beneficios en múltiples áreas
Hacer el esfuerzo por hablar bien en público produce réditos en todos los ámbitos:
- se gana credibilidad frente a terceros al ser más convincentes;
- aumenta la autoestima, y la autoestima es un factor indispensable del éxito;
- incrementa las posibilidades laborales porque en cualquier puesto de trabajo hay que hacer presentaciones;
- engrasa las negociaciones facilitando su cierre al ser más persuasivos;
- ayuda a la hora de vender al ser capaces de argumentar mejor; y, por último,
- en tu vida personal aparecerás más atractivo a los ojos de los demás al dar sensación de seguridad en ti mismo.
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Diálogo abierto:
¿Cuáles crees que son los mayores obstáculos que afrontan los directivos para hablar en público?
…………….
oct 02 2012
Esta entrada ha sido amablemente escrita por Francisco Alcaide Hernández, experto en Desarrollo Personal y Profesor de Habilidades Directivas de la Nebrija Business School. Su blog es uno de los más seguidos en el área de management y self-management. Es autor, sólo o en colaboración, de seis libros, el último de ellos Fast Good Management.
Licencia:
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Fuente: El Arte de Presentar
Imagen: Public speaking anxiety
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jueves, 12 de julio de 2012
Agradecimientos de una tesis...
Juan Manuel García Torrecillas
domingo, 1 de julio de 2012
¿Abandonar el barco?
Son tiempos convulsos, de ataques frontales, de legítima defensa para los que estamos inmersos en el Titanic del mundo sanitario. Se proponen y se leen actitudes y comportamientos, por acción o por omisión, en defensa legítima de los intereses del personal sanitario y, como siempre, me asaltan las dudas.
No me gusta mantenerme al margen, ni me gustan aquellos que “estando en el escenario, no son más que decoraos” como dice la canción. No obstante, en este soliloquio en voz (o letra) alta se me plantean algunas dudas que no puedo dejar de exponer.
No escribiría este post si tuviera las ideas claras en todo, y no creo que nadie sea poseedor de la verdad absoluta en el matiz que paso a comentar. Vaya por delante que las actuaciones de la Administración sobre los sanitarios, y más concretamente sobre los sanitarios andaluces, me parecen impresentables y que merecen su justa respuesta. Respuesta sin dañar al paciente y en ello se está siendo exquisito por parte de todos los compañeros, pero respuesta efectiva, eficiente y contundente hacia aquellos que pretenden utilizar la tijera de nuevo sobre el funcionariado sanitario y mermar la atención a un sector importante de la población (inmigrantes, pensionistas, etc). En este sentido, mi máxima adhesión a los compañeros que tan dignamente defienden esta justa causa.
Recientemente una de las iniciativas tomadas en algunos centros hospitalarios Andaluces ha sido la dimisión más o menos masiva de los tutores de residentes. Me ha inquietado el blog de JA Prados en el que invita a ello, porque como persona de referencia en la Medicina (y concretamente en la de Familia), su opinión hay que tenerla en cuenta y sopesarla, tanto en cuanto viene de alguien con bastante crédito. Pese a ello….yo sigo con mis dudas.
Personalmente pienso que la Administración no ha tenido un especial cuidado o mimo con los médicos residentes. Hace ya años que lograron una discreta mejora salarial y siguen siendo un sector lábil y fácilmente dañable dentro de las estructuras sanitarias. La pregunta que me surge, como tutor, es sencilla ¿dónde puedo defender mejor a mis residentes?. Os juro que no tengo la respuesta y, como os dije, este soliloquio quizá me ayude a clarificar mis dudas.
Dejar la tutoría de residentes es dejarlos en manos de los jefes de las UGC y ello puede ser bueno o malo según quién sea el jefe de dicha unidad, claro que también dejarlos en manos de sus tutores puede ser tan bueno o malo como lo sea el propio tutor. Ante la dimisión del grupo de tutores pueden darse otras opciones poco apetecibles: nuevos tutores convocados con urgencia y con adhesión positivamente dudosa a la Administración, digamos, complacientes…., seguir bajo la tutela de los jefes de UGC (variabilidad como ya dije), o directamente la orfandad y la diseminación de los residentes o emigración hacia otros hospitales donde pueda asumirse la continuidad formativa si es que en sus centros de origen la orfandad es total. Este último es, sin lugar a dudas, el peor de los supuestos, entre otras cosas porque es poco viable ¿alguien se imagina a 300 o 3000 residentes emigrando de hospital en hospital a la caza de un tutor que le quiera adoptar?. Sinceramente creo que no se merecen esto y, con la misma sinceridad, creo que a los que mandan, les importaría un bledo. La cuestión es: ¿podemos hacer algo desde nuestro puesto de tutor que permita la defensa de nuestra posición como sanitarios y al tiempo garantice que los residentes no van a ser los daños colaterales de esta “guerra”?. A ratos creo que sí.
Como veis, este no es un post que pretenda mostrar una opinión formada, sólo en fase de meditación, procurando evadirme a ratos del “calentón” de la batalla. Claro que como a muchos me gustaría mandarlo todo al santo carajo, pero cuando pienso en mis más de 40 residentes de Medicina de Familia, convocados en reunión, para decirles, aquí os quedáis, el capitán se larga…. me asaltan las dudas, muchas dudas.
Quizá muchos de mis compañeros tengan razón y ésta sea una medida de presión razonable y efectiva para hacer entrar a la Administración, quizá la tengan… de momento yo voy a seguir meditándolo unos días más, no lo tengo claro.
Alguno me llamará esquirol… sólo soy un médico que duda, y la duda siempre ha honrado a los médicos.
Mi solidario apoyo a los compañeros en casi todas las medidas adoptadas, pero permitidme que, este punto, me lo piense un poco más. Yo también he sido residente y nunca me sentí desamparado…
Feliz noche y…meditemos antes de hablar, sin comportamientos impulsivos… ¿abandona el capitán al barco mientras se hunde? ¿no lo abandona? ¿lo abandonamos creyendo que el barco no se hundirá?. Perdonadme que sea tan torpe como para tener estas dudas.
sábado, 30 de junio de 2012
Una entrada borrada…PUES NO
Se trataba de una entrada injusta, desmedida, desde mi punto de vista agresiva y escrita muy en caliente (eso lo entiendo) por parte de alguien que, desde su óptica, sufrió un trato que no le agradó en el hospital donde trabajo. El medio en soporte papel donde fue publicada esta entrada ha tenido un comportamiento caballeroso y que le honra, no sustentando la opinión de la persona que vertió los comentarios en una columna de opinión, y brindándonos la oportunidad de replicar en la misma ubicación y columna. Es de agradecer y desde aquí, quiero hacerlo.
No obstante, la ofensiva entrada sigue siendo pública desde la página del blog del autor, contra el que no tengo nada personal pues ni le conozco, pero que me ha dolido tanto en cuanto desprestigia mi profesión y daña a mis compañeros. A aquel artículo publicado en el blog siguió un listado interminable de comentarios, réplicas y contrarréplicas del autor y de personal sanitario, siendo todo finalmente borrado por el propietario del blog. NO es en absoluto mi intención que dicho debate se reabra aquí, ese debate seguirá donde tiene que seguir, pero no en este blog, por lo que os pido encarecidamente a todos que os abstengáis de publicar comentarios sobre este punto en particular (a modo de excepción).
En dicho blog publiqué una respuesta al autor, desde mi punto de vista educada y seria, que también fue borrada junto a las demás y, sinceramente, no quiero que mi opinión sobre el asunto quede borrada sin más por alguien que me/nos ha tratado injustamente. Por ello os enlazo el artículo origen de la discordia (http://vjhernandezbru.blogspot.com.es/) y os pego debajo la respuesta que en su momento publiqué. Cada uno que juzgue como lo vea oportuno, eso sí y en este caso puntual, en privado, para evitar que esto se vuelva un campo de batalla. No merece la pena…. Cada cual que extraiga sus propias conclusiones.
RESPUESTA AL SR. HERNÁNDEZ BRU (borrada de su blog por el propietario)
Estimado Sr Bru:
En la entrada de su blog previa a la que motiva esta carta dice usted literalmente: “confundimos también nuestro derecho a la libertad de expresión con el poder opinar de lo que nos salga de los riñones, sin ninguna reflexión previa sobre las consecuencias que puedan tener nuestras opiniones, sobre la conveniencia o no de fundamentarlas y sobre la profundidad del ridículo que podemos llegar a hacer con su exposición pública”. Pues bien, mi querido admirador de Pérez Reverte, creo que ha llegado el momento de que Alatriste le diga algunas cosas que lo mismo su suficiencia ignora.
Soy Médico de Familia, trabajador del Servicio de Urgencias que usted tan alegremente denigra en su última entrada, y por cierto, no estaba el día que sufrió usted estos graves lances, pero “me ha tocado usted los riñones” y no puedo dejar de responderle. Me he procurado informar y le aseguro que no me ha intimidado nada su currículum (el mío de caerle en la cabeza le daría serios problemas, se lo garantizo). Sí me ha llamado la atención que, ante tan basta formación como tiene, el sentido común se le haya desarrollado escasamente, cosa de la evolución supongo y de aquello que el vulgo tan atinadamente expresa como “él pasó por la facultad, pero la facultad no pasó por él”.
No es mi interés, en absoluto, caer en la grosería ni en la falta de respeto, creo que con la ración que usted ha servido en un medio público ya tenemos para una buena temporada. Aprovechar una determinada posición como la de periodista, tener acceso a medios de difusión de noticias o un simple blog (esto último como cualquier otro ciudadano), no deberia servirle para intentar difamar, hundir, humillar, etc. a nadie: eso en mi pueblo es tener poca ética (o poca verguenza torera, le traduzco porque creo que tanto estudio le ha cundido poco).
Nadie pasa al área de sillones sin pruebas que esperar, sin situación clínica que observar, parte usted de su propia y elaborada ignorancia (sumada a su cabreo superlativo). Estar en un sillón o en una cama no es una cuestión de horas, sino de gravedad y otros factores que escapan a su formación, así que procure documentarse. Hay un motivo secreto por el cual los pacientes graves están en camas, y los leves en un sillón, seguro que con un pequeño esfuerzo usted mismo es capaz de averiguarlo.
Le vieron médicos que son tíos que se visten por los pies y mujeres con los ovarios curtidos en batallas que desde su cómodo blog usted no puede ni oler. No son como usted los llama “doctores honoris causa”, ni “premios Nobel”, ni pastores para conducir ningún “rebaño” pues para nosotros son pacientes. Por cierto, como mi nombre figura al final tiene entera libertad para comprobar mis credenciales, pero bucee en la literatura médica seria, yo no me dedico a escribir para provocar, tendrá que esforzarse un pelín más... porque éste que suscribe ve pacientes, los trata, los cuida, los ayuda cuando se mueren, y además intenta hacer ciencia (bucee, bucee...). Mis compañeros, absolutamente todos, hacen lo mismo, porque no saben ser otra cosa que lo que ya son: MÉDICOS ( y enfermeros, auxiliares, celadores...). Estamos ahí, a pie de cama, cuando alguien defeca sangre, cuando la vomita, cuando hay que encerrarse en un cuarto aislado con un paciente de meningitis para hacer una punción lumbar, cuando salpica la sangre de un paciente con VIH hasta el techo. Señor Bru, hacemos nuestro trabajo lo mejor que sabemos, con lo que tenemos y con toda nuestra alma, robándole el tiempo de nuestra formación continuada a nuestras familias y teniendo que sufrir para colmo con periodistas que aprovechan su poltrona (o su blog, o su periódico) para difamar (tranquio, lo he mirado en el diccionario de la Real Academia, si el Juez lo mira no corro peligro)...
No quiero extenderme más, le diré por qué. Porque su escrito se merece una respuesta de otro tipo y créame, institucional o privada daremos cumplida respuesta a su solicitud.
Yo no estuve de guardia ese día Señor Bru, pero yo soy mis compañeros, esté o no esté, y hoy tiene usted un mal día porque “me ha tocado los riñones” y eso lo llevo fráncamente mal.
Sin más que decirle, por el momento, se despide atentamente
Juan Manuel García Torrecillas
Bienvenidos…
Hay momentos en la vida en los que uno necesita escribir para sí mismo, aunque sólo sea por el hecho de no torturar a los de siempre con tus quejas o tus lamentos. Desde aquí esto es posible; mi familia cercana no tendrá forzosamente que aguantar mis cuitas y mis queridos amigos lo harán a su antojo pues nadie les obliga a abrir siquiera esta página.
Tengo una hermosa familia a la que poder “torturar” con mis historias, avatares de cada día, preocupaciones… pero entiendo que no es justo hacer siempre recaer mis locuras sobre ellos. Este blog pretende dar cabida a mis inquietudes de médico alocado e inquieto de tal modo que sea el lector quien decida si quiere o no arriesgarse a leer la locura que ese día o semana se me ha ocurrido destilar. No es un blog de una temática concreta, seguramente contenga a partes iguales música, quejas, preocupaciones, ataques de “prurito profesional” y cualquier otra cosa que pase por mi desvencijado córtex… así que preparados para leer cualquier cosa, eso sí, siempre desde el máximo respeto, pero no por ello desde la máxima tibieza ni desde el cúlmen de la indolencia. No es mi clase ni mi estilo, no lo ha sido nunca, y no es noche para un debut de ese tipo ni para un cambio apresurado de chaqueta.
Esta pasada semana he tenido el dudoso privilegio de comprobar personalmente el daño que se puede hacer desde un blog. A ello me referiré con detalle en la próxima entrada. Es por esto por lo que deseo insistir en lo anterior: sin tibiezas, con mis rarezas y con el polvo de mis zapatillas, pero con educación y respeto, el debido a dos lectores (uno si acaso que acceda a esta página y otro el que suscribe).
No me extiendo más, bienvenidos amigos, pasen, acomódense, sean comprensivos con las torpezas de este escritor con grandes carencias y contribuyan con sus comentarios, seguramente muy enriquecedores. Aquí estoy, aquí estamos…